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Ciencia o Maledicencia. Dilema. Tú Eliges

Aug 02, 2023
Virtuosum
Ciencia o Maledicencia. Dilema. Tú Eliges
11:03
 

 

Bienvenido a miércoles de liderazgo, el post de Alfredo Esponda. Te doy la recepción más cordial. Te ofrezco reflexiones y propuestas a través de cursos en línea que te impulsen a ser un líder que hace crecer a sus colaboradores y personas que están a tu alrededor. Tu influencia será cada vez más impactante. Equipo competente hace empresas competitivas.

 

El tema para reflexionar hoy es el dilema que enfrentamos con frecuencia: ciencia o maledicencia.

Estaba sufriendo una terrible situación, más de ocho veces pararme para ir al baño a orinar en medio de la noche, lo cual me impedía dormir de corrido. Una vez, en una comida de negocios de menos de dos horas me tuve que parar al baño cuatro veces y lo peor, ¡qué vergüenza! Mientras nos despedíamos me hice pipí parado delante de ellos. Hice movimientos extraños para que no se dieran cuenta y me despedí con demasiada prisa.

 

Se me ocurrió platicarlo con mi hermana Blanca Ruth y ella me dijo “mi esposo sufría de eso, fuimos al médico y le diagnosticaron que tenía vejiga hiperactiva, le recetaron unas pastillas y ya se corrigió. Ahora duerme de corridito toda la noche”. Me envió una foto del frasco de medicina.

 

Hice cita con mi uróloga de la Clínica Familiar del IMSS y me atendió diez días después. La última vez que la consulté me dijo: “después de comer, no tome agua”. Ahora, le comenté mi hallazgo y su cara de sorpresa me sorprendió más a mí. “Eso no existe y esa medicina no está en el cuadro básico, no se la puedo recetar”.

 

Fui a la farmacia San Pablo y allí la encontré, con un precio elevadísimo $2100.00 la cajita con 28 pastillas. Me enfrenté al dilema: acepto el valor de la ciencia o me dedico a maldecir a los laboratorios por ser unos ventajosos. Ganó la ciencia. Hoy ya no sufro de ese problema.

 

Hace unos años me contrataron un curso de tres días en Managua, preparé todo para el viaje, estaba listo en todos sentidos y me acosté a descansar con sueño profundo. Como a las dos de la madrugada sonó el teléfono, me produjo un susto inmenso. Era mi hermana Blanca Ruth para decirme que estaba herida y la acababan de asaltar. Me vestí rápidamente y fui a verla. Encontré la cama con un charco de sangre. Los asaltantes tenían información privilegiada. Cuando pidieron que les abrieran la caja fuerte, mi cuñado y mi hermana dijeron que no tenían. Unas cuantas cuchilladas en la espalda bastaron para que apareciera la famosa caja. Robaron a placer.

 

Después de acompañar a los asustados y agraviados familiares me fui al aeropuerto, que afortunadamente salía tarde el vuelo. En el trayecto a Nicaragua me comenzó un dolor de cabeza insufrible. Era experto en sufrir migrañas. Cuando llegué al hotel Camino Real supliqué que con emergencia me consiguieran un doctor. Fue doctora y resultó que era graduada de la Facultad de Medicina de la UNAM. Me atendió con gran esmero, siempre lo agradeceré. Al final, me dijo: “hágase a la idea de que de aquí en adelante usted ya es hipertenso”.

 

En México consulté con un cardiólogo y me confirmó el dictamen. Me recetó dos pastillas, una en la mañana y otra distinta para la noche, la compra de las dos era de costo elevado.  Al asistir a la farmacia me enfrenté el dilema: ciencia o maledicencia. Ganó la ciencia. Compré las medicinas y a partir de ese momento seguí la prescripción médica, dos pastillas diarias. Todo a cambio de no sufrir los horribles dolores de cabeza con el riesgo adicional del peligro que significa una presión de más de 180/120. En esos niveles pueden incluso provocar un infarto.

 

Ese dilema lo enfrentan todos los que tienen un mal insoportable. Acaba ganando la ciencia. Si no alcanza el dinero se hace hasta lo imposible para conseguirlo, porque sería mortal no hacerlo.

 

Pero hay otros casos donde el dilema no lo enfrenta el afectado, sino el gobierno. Así es muy fácil decidir que pierda la ciencia y que gane la maledicencia. Los funcionarios públicos se deshacen en insultos para las farmacéuticas o empresas químicas que producen lo que necesitamos: “Bayern Monsanto se está apoderando de la semilla del maíz a través de la modificación genética y con la creación de herbicidas como el glifosato que combaten la maleza para facilitar plantas más robustas, mazorcas de mayor tamaño y mayor producción por hectárea. Si nuestros campesinos se acostumbran a esto caeremos ante una dependencia con esa empresa para que, luego, suban precios” Qué fácil es maldecir, lástima que no estén de acuerdo los agricultores afectados. Ellos quieren el glifosato y el maíz modificado.

 

Valdría preguntarnos ¿por qué no ponemos a funcionar nuestros institutos de investigación para tener productos que nos hacen falta? ¿Cómo ayuda el CONAHCYT a los investigadores? Hoy por hoy, es posible crear una plataforma de cursos e-learning donde se puede capacitar a miles de personas en temas diferentes, por muy difíciles que sean.

 

Nos falta comprensión de cómo funciona la economía mundial. Es utópico y estúpido aspirar a la soberanía alimentaria. El intercambio comercial es la norma. Nosotros exportamos aguacate y otros productos de verduras y flores, porque el suelo es propicio para esta producción. A cambio, importamos maíz porque el suelo americano es propicio para producirlo con eficiencia.

 

Tenemos el caso del maíz, donde los agricultores estadounidenses obtienen alrededor de 12 toneladas por hectárea mientras los agricultores mexicanos rondan por, apenas, el 50%, con ese bajísimo nivel de productividad es mucho el trabajo y pobre la cosecha. La habituación hace que sólo piensen en sembrar maíz y frijol, cuando el mundo es ancho y profundo, para experimentar otros cultivos.

 

¿Qué hacen diferente los agricultores de EU?

 

Ellos aplican tecnologías agrícolas avanzadas, sistemas de riego abundante y eficiente, maquinaria moderna, semillas genéticamente mejoradas, fertilizantes muy eficaces y pesticidas que combaten la maleza que afecta a las plantas, monitoreo y control de plagas. También cuentan con un mejor suelo donde sembrar, hay humedad abundante que facilita la rotación de cultivos. Pero la base es una mentalidad de progreso. A la mano cuentan con universidades y tecnológicos que aportan avances científicos. En nuestro país, en pleno Siglo XXI también contamos con estas posibilidades como la universidad virtual corporativa que pone a nuestra disposición alternativas de formación para desarrollar actitudes, conocimientos y habilidades que nos impulsen al modernismo.

 

En México los agricultores realizan su trabajo con muchas carencias. Cuando logran una buena producción abunda la oferta y se desploma el precio, esto les impide obtener una ganancia sustanciosa para invertir en las mejoras que, sin duda, tienen pensadas, pero no siempre las pueden realizar. Tenemos que importar 16 millones de toneladas cada año, nuestra producción es insuficiente. Pero la base es la necesidad de crear una mentalidad de progreso.

 

Con excepción de Sinaloa, los demás agricultores tienen suelos agotados por no darles tratamiento ni rotación. Además, el apego a granos de antigüedad de pueblos originarios, que han evidenciado su pobre rendimiento a lo largo de los años, sólo un orgullo vano los sostiene. El maíz es un producto de la dieta básica de los mexicanos, siempre ha estado muy claro que la demanda es inmensa y no hemos sabido a lo largo de sexenios gubernamentales superar nuestras carencias. En este caso es mejor buscar productos más propicios a los terrenos de cultivo que nos caracterizan, aprendiendo de los israelíes quienes, en un terreno árido, logran extraordinarias cosechas de productos adecuados a su orografía.

 

Abramos nuestra mente para ampliar horizontes, no dejemos que los atavismos nos enclaustren. Prosperemos buscando opciones de mayor eficiencia y productividad, para ello la Universidad Virtual Corporativa tiene opciones que alimentan la mente y el espíritu. Cultivemos en las mentes de nuestra gente semillas de creatividad, dándoles cursos en línea. Que sepan enfrentar satisfactoriamente el dilema básico: ciencia o maledicencia.

 


¡HASTA EL PRÓXIMO MIÉRCOLES!

 

JEAN JACQUES ROUSSEAU: Hay un libro abierto siempre para todos los ojos, la naturaleza.

 

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