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Expectativas Grandiosas

Feb 21, 2024
Virtuosum
Expectativas Grandiosas
6:20
 

 

¿Cómo te ha ido a ti con tus expectativas? ¿Qué papel han jugado en tu vida? ¿Te han funcionado positiva o negativamente? ¿Las recuerdas? Doy por supuesto que si no te acuerdas de ellas es que no han sido importantes en tu vida.

 

Personalmente creo que juegan un papel en nuestras vidas, por ello introduzco el tema. En caso contrario me disculpo.

 

Este jueves 15 de febrero mi empresa cumplió 45 años (CENCADE). La fundé en 1979. Recibí muchas felicitaciones, algunos me expresaban con asombro “no cualquiera llega a los 45 años”, “es un gran mérito, Alfredo, te felicito”, “en el campo de la capacitación es más mérito, todavía”, frases cariñosas y muchas más, sin embargo, cierta desazón me acompañó todo el tiempo.

 

¿Por qué no podía disfrutar ampliamente el momento? ¿Qué me detenía? ¿Qué hay en mi subconsciente que me lo impedía?

 

Aunque siempre agradecí las muestras de afecto, me percaté que en el fondo traigo metidas hasta el fondo las expectativas grandiosas que yo mismo me forjé o que por influencias ajenas fui tomando para crearme cuadros mentales grandiosos que jamás pude lograr.

 

En abril de 1981, a dos años de haber fundado CENCADE, fui convocado como asesor para formar parte de un grupo selecto que fue enviado a Chicago para tomar un curso con el Dr. William Edwards Deming.

 

En ese año había brotado un alboroto gigantesco en todo Estados Unidos. Sucede que cinco años antes el mercado estadounidense había sido invadido por productos japoneses de excelente calidad. Los compradores habían detectado que, ante la mediocridad de los productos de su país, los que provenían de Japón eran mucho mejores. Eso era válido para los automóviles, las cámaras fotográficas, los televisores, las videograbadoras, los relojes, etc. Etc.

 

Era toda una revolución en el mercado de los Estados Unidos. El CEO y director general de Chrysler, Lee Iacocca, se hizo célebre porque tomó la bandera azuzando al pueblo americano para que sólo comprara productos nacionales, so pena de que la economía del país podría quebrar. Así de grande era el impacto de los productos japoneses.

 

Las revistas de mayor circulación como Life, Newsweek, Times, The Economist y muchas más traían crónicas que difundían la angustia de los productores estadounidenses, que se sentían impotentes ante el éxito de las marcas japonesas.

 

En Estados Unidos los empresarios angustiados fueron a investigar las raíces del éxito japonés. Descubrieron que no era repentino, que habían empezado treinta años antes, desde 1950, año en que Douglas MacArthur pidió un experto en estadística que les configurara el programa para levantar el censo, útil para conocer los saldos de las Segunda Guerra Mundial. Ese experto que llevaron fue el Dr. Deming. Allí comenzó todo. Del censo, Deming pasó a dar conferencias y, entre otras cosas, criticó la forma de operar de las fábricas y les dijo “ustedes perdieron la guerra porque sus armamentos son muy defectuosos”. Entonces, le pidieron que les dijera qué hacer.

 

El programa de calidad total impartido por Deming se imprimió en folletos que se distribuyeron en todo Japón y él impartió lecciones por radio de alcance nacional. Cuando dos años después le quisieron enviar las regalías por los folletos impresos, Deming lo rechazó. Los japoneses crearon, con ese dinero, el Premio Deming a la Calidad. Esto catapultó su fama. Quedó consagrado como el Padre del Movimiento Internacional de la Calidad.

 

El eco de esos acontecimientos retumbaba en el ambiente empresarial mexicano y lo rebasó. El presidente José López Portillo instó a su Secretario del Trabajo, Pedro Ojeda Paullada, a que hiciera algo. Como estaba caliente el ambiente por la proximidad de las siguientes elecciones presidenciales, Ojeda Paullada tomó la bandera para echar a andar en México eso que sería el movimiento de la calidad para el siguiente sexenio. Y ¡ZAS! Ahí entré yo, al cobijo de Julio Millán.

 

En el Marriot O´Hare de Chicago tomamos el curso con el Dr. Deming. Además, llevábamos el enlace privilegiado con una de las grandes consultoras de Estados Unidos que nos proveyó de materiales con casos prácticos de aplicación de la metodología del Dr. Deming.

 

En esa visita a la consultora, A.T. Kearney, en un piso completo de la Torre Sears, me forjé una expectativa grandiosa: CENCADE habría de ser como esa empresa. ¡Oh, gran trampa! Siempre soñé con alcanzar esas alturas, pero nunca pude. Siempre envuelto en un halo de frustración. Anhelos nunca satisfechos.

 

De modo que, a los 45 años de crecer CENCADE, me produce una relativa satisfacción, pero no completa. A lo que aspiraba me quedó demasiado lejos para mis capacidades y mis posibilidades.

 

Las expectativas grandiosas juegan el papel de jalarnos hacia lo que soñamos. Sin embargo, tiene que haber un momento en nuestra trayectoria en que hagamos un ajuste de cuentas con nuestros sueños, donde en un acto de sensatez reflexiva podamos parar nuestro carro y decirnos: hasta aquí llegué, no hay más. Sin reproches, ni amarguras, tan sólo un acto de conciencia sobre la realidad.

 

Te invito a reflexionar acerca de tus expectativas y que decidas conscientemente qué hacer con ellas, para que no te maltraten, que te inspiren y te jalen hacia las alturas soñadas, pero…si no hay las condiciones, pues aceptarlo y conformarse con la realidad objetiva. “Aquí nos tocó vivir”, como dijera Cristina Pacheco.

 


 

¡HASTA EL PRÓXIMO MIÉRCOLES!

 

EDWARS DEMING: Todo proceso es variable y mientras más se reduzca la variabilidad mayor será la calidad del resultado que se obtenga.

 

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