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Tres Decisiones Existenciales - Parte I

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Virtuosum
Tres Decisiones Existenciales - Parte I
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Llega un momento de nuestra existencia, que puede ser a los 18, 23 años de edad o en cualquier otro, en donde tenemos que plantearnos tres preguntas que nos llevan a decisiones que marcan nuestro destino.

 

Si no nos las planteamos, la vida se encargará de irlas resolviendo, pero…la gran tragedia: de repente descubriremos que nos faltó valor para decidir oportunamente y a cambio dejamos que la inercia existencial tomara en sus manos nuestro destino.

 

Cuando terminamos la escuela preparatoria, o cuando terminamos la carrera profesional, si es que hubo alguna, son los momentos máximos para contestar estas tres preguntas. Después será tarde, aunque no hay decisiones irrevocables, cualquier revocación será una pérdida de tiempo irreparable. Tiempo de nuestra vida que ya no podremos rescatar.

 

Echemos a volar la imaginación, visualicemos a un anciano frente a un espejo que al ver su imagen deteriorada y con rostro triste le dice: el hombre que soy, saluda con gran tristeza, al hombre que pude haber sido.

 

Hoy es el día para tomar las grandes decisiones de la vida o corregir lo que debamos.

 

PRIMERA GRAN DECISIÓN: ¿DE QUÉ VAS A VIVIR?

 

El fin de la preparatoria es el momento oportuno. Es necesario decidir una carrera profesional a estudiar. Muchos jóvenes eligen a la ligera y un año después deciden que les gusta más otra.

 

¿Por qué es tan importante? Es cierto que podemos estudiar una carrera profesional y luego trabajar en otra cosa. Vamos buscando las oportunidades a lo largo de la vida.

 

Sin duda, nada mejor que vivir de aquello que hemos estudiado, pero no siempre se puede.

 

Es un derroche de recursos de la sociedad el brindar la oportunidad a jóvenes para que estudien una carrera y luego, no puedan o no quieran ejercerla.

 

Perdemos de vista que todo desperdicio de tiempo, de recursos materiales, financieros, físicos o humanos, son finalmente un desperdicio social.

 

Los países se empobrecen por tanto desperdicio. Al contrario, se enriquecen cuando sus recursos son aprovechados íntegramente.

 

Un joven que decide estudiar ingeniería, de cualquier tipo, y luego no pone en práctica lo aprendido produce desperdicio social. Lo mismo va para quien decide prepararse como contador, como economista, como psicólogo, etc.

 

Va en suerte una metáfora para explicarme mejor. Cuando vamos por la calle y vemos unas bardas altas de lámina, si logramos asomarnos veremos que están cavando un hoyo. Durante meses, pareciera que no avanzan.

 

Sin embargo, un día asoma un primer piso y de allí en adelante crece con una rapidez asombrosa, hasta alcanzar una altura que nos sorprende.

 

Concluyamos que mientras más alto el edificio, más profundos tendrán que ser los cimientos.

 

Lo mismo pasa con nosotros, mientras más elevadas sean nuestras aspiraciones, más sólidos los conocimientos y la preparación que necesitaremos.

 

Ahora bien, al estudiar una carrera profesional, aunque no la terminemos, contamos con una formación mental que nos ayudará en el futuro, si estudiamos y aprendimos a razonar con el método científico, mejor aún.

 

Tenemos contra-ejemplos como Steve Jobs, Bill Gates o Jeff Bezos que no estudiaron una carrera y sin embargo, encontraron el camino para crear empresas monstruosas como Apple, Microsoft y Amazon.

 

Pero, ¿somos tan inteligentes y persistentes como ellos? Más vale no confiarnos y creer en la preparación consistente y dedicación constante, pertinaz, incansable.

 

La respuesta a esta pregunta ¿de qué vamos a vivir? Determina el tipo de trabajo que habremos de tener, el ambiente en que nos desarrollaremos, los compañeros/amigos de todos los días.

 

Cuando falleció Jacobo Zabludovsky nos enteramos que a los 17 años de edad tuvo como vecino a un revisor de galeras de impresión del periódico El Nacional y consiguió ser invitado a las instalaciones de dicha prensa, ayudando en todo lo que podía. Allí se enamoró de la tinta y el papel. En esa relación creció el amor por el periodismo.

 

Cuando Octavio Paz tenía 16 años de edad tuvo un profesor de literatura que lo acercó a los grandes escritores y poetas. Le facilitó el ambiente para discutir los textos y las ideas de su tiempo.

 

No todos podemos tener la fortuna de encontrar nuestra vocación a una edad tan joven, pero qué envidiable.

 

En calidad de adultos, asumamos el compromiso de orientar a los jóvenes en esta incansable búsqueda de la vocación. Y por supuesto para nosotros mismos. ¿Para qué tenemos talento? ¿En qué podemos distinguirnos frente a los demás? ¿En qué actividades nos sentimos felices y realizados? ¿Cuándo hemos logrado un reconocimiento sincero y desinteresado de quienes nos han visto en acción? En síntesis, ¿para qué somos buenos?

 

Ya lo decía Zaratustra “cuidado con lo que deseas que mañana va a ser tuyo”.

 

Amigo lector, si ya el tiempo se encargó de ubicarte en una actividad que no escogiste, ¿tendrías el valor de corregir?, ¿vas a mantenerte en el mismo camino, aunque dejes en ello tu amor por la vida, por ti mismo?

 

Nos leemos el próximo miércoles sobre la segunda decisión existencial. Recuerda, no hay decisiones irrevocables.

 


 

¡HASTA EL PRÓXIMO MIÉRCOLES!

 

NADA CAMBIA, HASTA QUE ALGUIEN TOMA LA INICIATIVA: UN LÍDER ¿TÚ?

 

 

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